lunes, 18 de mayo de 2015

Surftrip a Chicama, "la ola más larga del mundo"

¿Quién no ha soñado alguna vez con surfear una ola interminable? ¿Con estar más tiempo de pie que remontando? Yo lo soñé y hace unas semanas lo hice realidad.

Primero en Costa Rica surfeando Pavones, supuestamente la segunda ola más larga. Y ahora en Chicama, la primera. Lo malo es que este tipo de olas no suelen romper todos los días así de largo. En Chicama, por ejemplo, hay que esperar a los grandes swelles del sur (predominantes en el invierno sudamericano) para verla romper en su máximo esplendor.

Yo ya me había mentalizado de que hasta junio no iba a poder probarla pero un día volviendo de surfear La Herradura (es la mejor ola de Lima) con Mariano, nuestro amigo Manu Roncalla nos dijo que iba a haber un campeonato en Chicama que llevaba tiempo en standby pero que con el swell que daban para el fin de semana se iba a poder hacer y que él iba a ir. Le dijimos que si iba que contase con nosotros, que no queríamos desperdiciar la oportunidad de surfear esa ola y más con sólo tres tíos en el agua. 

Sin embargo no es hasta la mitad de semana cuando Manu nos confirma que el campeonato tira para adelante y que él va a arrancar el jueves al amanecer. Volvemos a decirle que nos vamos con él y empezamos a preparar el material, íbamos a hacer nuestro primer surftrip a Chicama.

Ya el jueves a las 4 de la mañana nos vino a buscar al McDonalds de La Molina (está a 15 minutos de nuestra casa). Montamos todos los bártulos en su furgoneta, encargamos un par de cheeseburgers y empezamos el largo viaje hacia el norte.


A medida que iba amaneciendo e íbamos saliendo de la ciudad el panorama cambiaba completamente. Muchas "casas" en la colina de las montaña de arena, que a la mínima se vuelven barro y terminan dos metros más abajo.


El camino era largo. Casi doce horas de trayecto.


Manu condujo todo el viaje y Luis aka Dogface fue su copiloto. Mariano y yo íbamos detrás junto con Lucho y por último en la tercera fila iba Hiro (para este viaje Pedro todavía no había llegado):


Esta era la peculiar comitiva. Las risas estaban aseguradas:



Como la carretera (es la Panamerica) va bordeando la costa vas viendo todas las olas. Aquí habíamos parado a ver una de las múltiples izquierdas que se veían:


Cuando por fin llegamos a Chicama ya estaba anocheciendo y no nos dio tiempo a surfear. Las olas estaban muy pequeñas (todavía no había llegado el swell) pero estaba precioso. Decidimos tomarnos unos jugos viendo el mar e irnos a la cama tranquilitos para disfrutar al máximo al día siguiente.


Al amanecer, Mariano fue el primero en entra al agua (como siempre). Yo me desperté al rato y esto fue lo primero que vi desde la habitación: series de medio metro sin parar, super ripables, muy largas y ¡sólo tres tíos fuera!


Cuando estaba caminando por la arena dirección el pico me crucé con Mariano que ya salía del agua. Me dijo que estaba muy cansado, que había cogido mil olas, que habían sido muy largas y que "las piernas ya no le daban". Le dije que me hiciese el favor de cambiase rápido y volver para sacarme alguna foto para el recuerdo. Lo hizo pero sólo le dio tiempo a sacarme las dos últimas olas que surfeé:






El hambre que teníamos era demasiado grande así que opté por salir e irnos a reponer fuerzas para volver a entrar más tarde.


En realidad estaba apuntado al campeonato y este iba a empezar ya pero me daba igual, no me apetecía competir, prefería surfear en alguna otra sección de la ola sin presión y sin nada, sólo para sentir la magia del lugar y disfrutar con los amigos.


Estábamos encantados la verdad. Todo el día en el agua o en la terracita del hotel comiendo y viendo las olas.


Como el campeonato estaba en la segunda sección, decidimos caminar e irnos a la primera, que tampoco estaba nada mal:



En el agua conocimos a varios españoles que estaban viviendo en Lima y que también habían aprovechado el swell y el día festivo para subir a Chicama. Con uno de ellos, Nacho, nos dimos el baño de última hora:



Había sido un primer día muy completo, ya estaba compensado el viaje, había surfeado las olas más largas de mi vida pero por si esto fuera poco el día siguiente amanecía todavía mejor con más tamaño:


Yo ya no me lo creía jeje. Estaba en el paraíso. Doris, la dueña del hotel en el que nos estábamos quedando, se contagiaba de nuestra alegría y nos daba más comida aún. La hostia!!



Y es que estábamos reventados con todo el día surfeando y bajo el sol, salíamos machacados. Además por primera vez en mi vida pasaba más tiempo encima de las olas que remontando.


Después del tercer baño del segundo día estaba k.o.. El campeonato ya había terminado (Manu quedó segundo surfeando muy bien) y las olas estaban bajando de tamaño. Decidimos irnos a Huanchaco (está dos horas al sur) pero no sin antes parar en la cima de Chicama para echarle una última visualización a esta maravillosa ola y lugar, al que estoy seguro de que volveré en el siguiente swell.



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