viernes, 21 de marzo de 2014

Surfer Rule nº147

Ya está a la venta la Surfer Rule nº147 con un texto escrito por mi sobre este invierno en Galicia. En él cuento alguna anécdota y repaso las sesiones más características de esta fría estación del año.


También aparezco en una foto junto a mis hermanos Guillermo Alonso y Ciro en la entrevista a Juan Terán, muy guapa por cierto!!


Quiero dar la enhorabuena a Juan Fernández y al resto del equipo por conseguir sacar otro número de tanta calidad adelante, a Mario Azurza por la portada y a Eugenio Prados por su buen trabajo como fotógrafo siempre al pi del cañón!

lunes, 17 de marzo de 2014

Primera parada: Panamá

Por todos es bien sabido lo mucho que me gusta viajar, conocer nuevos lugares, nuevas culturas, nuevas personas… El surf es solo una excusa para ésto. Llevo más de quince años practicándolo y cada día me gusta más. No sólo como deporte sino como estilo de vida en general. Si no fuera por él ahora mismo no estaría ni conocería este pequeño pueblo por ejemplo (uno de los más bonitos en los que he estado en mi vida por cierto) al borde del Océano Pacífico, a diez mil quilómetros de mi casa.
Fue por esto por lo que me propuse intentar hacer al menos un viaje largo al año. Quería crecer dentro y fuera del agua. Conocer, disfrutar, aprender y surfear diferentes olas y playas por todo el mundo. Marcarme objetivos y tratar de cumplirlos.
Empecé por ir a Brasil, al año siguiente California, luego Indonesia, Perú, Costa Rica, Islas Maldivas…
Cuanto más conocía más quería viajar. No podía parar. En principio buscaba las mejores olas pero al final, aunque no las encontrara, siempre sacaba lo mejor de mi.
Me propuse conocer los sitios más alejados y diferentes del planeta. Cuanto más diferente más me tentaba.
Por eso estoy ahora recorriendo Centroamérica, visitando algunos de los países del llamado "tercer mundo", donde la gente no tiene muchos bienes ni muchos males. A ver que puedo aprender de ellos.
Ésta fue mi primera experiencia, Panamá.



El viaje, como siempre, empezó un par de semanas antes con los preparativos: vacunas, encargar las tablas que voy a llevar, recolectar información de los posibles destinos, entrenamientos para llegar a tono… luego vienen las despedidas, sus cenas y postcenas.


También hubo muchas horas de skype con las dos personas que nos van a acompañar a Iria y a mi en este mágico viaje. Para los que no los conozcáis se trata de uno de mis mejores amigos, Antonio, y su novia, Viola. Ambos italianos y de gran corazón y presencia. Antonio es todo un profesional de la vida. Estuvo un año de Erasmus en Coruña y nos hicimos muy amigos. Vino por los estudios y lleva volviendo todos los años desde entonces por las olas y la gente.


Entre tanto, pasaron los días y la hora de coger el primer tren llegó. Varios amigos se acercaron a la estación para despedirnos y desearnos suerte en esta nueva aventura que comenzaba ya, en el tren hotel dirección Madrid.


Ya en Madrid un tren de cercanías nos llevaría al aeropuerto, donde facturé las tablas (previo pago, pese a que era la única maleta que facturaba) y nos subimos al primer avión dirección Miami.
En el aire, lo de siempre: imposible encontrar la postura más cómoda para dormir.


Tras varios intentos por echar una cabezadita, ver alguna película increíble y los agudos lloros de un bebé; avistamos tierra americana.


Es curioso el exhaustivo control que hay para entrar en EE.UU.. Y eso que nosotros no queríamos entrar, sólo hacer escala. Aún así, tuvimos que pasar tres controles (con una cola de una hora cada uno) para llegar a la puerta de embarque del siguiente avión, donde debíamos esperar a Antonio y a Viola.


Es divertido quedar con gente en una ciudad a miles de quilómetros de distancia como si fuera la cafetería de debajo de tu casa. Ya lo hice con Fernando Mosquera hace dos años cuando me encargó que pasará por su óptica habitual de Coruña a por unas lentillas porque él estaba en Australia. Le dije al óptico: "hola, me dijo Fer que pasara a por unas lentillas para acercárselas a Bali", como si estuviera aquí al lado. Él no entendía nada. Pero es que hoy en día se tarda más en llegar a Fisterra que a Londres.


Tras cuatro horas de avión por fin llegamos al aeropuerto de Ciudad de Panamá, donde cogimos un taxi a Luna's castle, un hostel en el casco viejo (es la zona de más ambiente).
Al llegar, dejamos las cosas y salimos a cenar algo. Estábamos cansados pero nos acercamos un rato a una fiesta reggae que había justo en frente del hostel (en un edificio abandonado) y es que con esta buena temperatura no puedes quedarte en casa.



Al día siguiente recorrimos a pie todo el casco viejo, que está en plena transformación (el 70% de las casas está en obras) para hacerlo más bonito y lujoso, pues es la zona de moda y todo el mundo quiere ir a vivir ahí, aunque los precios de las casas están al alcance de muy pocos.


En esta zona pudimos ver algún indígena kuna y, al fondo, los grandes rascacielos del centro financiero.


Por la tarde, mi amigo coruñés Fran vino a recogernos para ir a su casa a relajarnos en la piscina. Hacía mucho tiempo que no le veía. Cuando yo estaba empezando a surfear en la playa del Orzán, él era uno de los "míticos" en el agua. Siempre se portó muy bien conmigo por lo que le estaré eternamente agradecido. Ahora está trabajando de piloto de aviones en Panamá, donde lleva varios años.


Al volver, Iria y yo paramos a tomar algo con los padres de un buen amigo y surfero coruñés, Hans Tiessen, que por motivos de trabajo se habían trasladado a Panamá.
Nos recibieron con la alegría que desprenden siempre y nos contaron un poco a cerca del país, incluso nos sorprendieron con unos fuegos artificiales. Desde aquí les mando un fuerte abrazo.


Al día siguiente hicimos una visita al famoso canal.



Para volver cogimos uno de los autobuses tuneados muy abundantes en Panamá llamados "diablos rojos".


Bajamos en la estación de autobuses para comprar un billete a Bocas del Toro pero el que iba directo estaba agotado. Fue entonces cuando tuvimos la "maravillosa" idea de hacer el viaje en dos autobuses, y aún por encima de noche.
El primero nos llevó a David, un pueblo al norte del país. Llegamos sobre las 3 de la madrugada después de seis horas en un autobús más o menos normal. Allí esperamos media hora y nos subimos a una furgoneta grande con asientos desmontables y capacidad para unas quince personas, si bien nos subimos casi 30. Yo nunca había visto cosa igual. La gente iba amontonada, bastantes personas de pie, las maletas en nuestras piernas, el conductor en la furia, había muchas curvas, el cansancio se empezaba a notar y las ganas de dormir eran imparables. Puedo decir que fue el segundo viaje peor de mi vida después del de vuelta del Machu Picchu. Aunque tuvo que ser mucho peor para José (con ataque epiléptico) y sus dos hermanos, que compartían asiento, ambos vomitando. Fue todo un milagro que llegásemos a Almirante casi cuatro horas después. Allí cogimos un barquito para Isla Colón. Estaba amaneciendo y llovía un poco pero era claramente el paraíso.


Conseguimos una habitación y cuando iba a echarme a dormir me motivé todo y decidí ir a darme el primer baño del viaje. Cogí un bote al point break de Isla Carenero y surfeé un par de horas, hasta que no pude más y volví al hostel para ya dormir hasta el día siguiente.


Una vez bien descansados decidimos alquilar unas bicicletas e ir a dar una vuelta por la isla para conocer mejor el lugar, buscar las playas y ver como estaban las olas. Previa parada de hidratación gratuita a base de cocos.


La primera ola buena que encontramos fue Paunch, un pico de derecha e izquierda.







Justo después está Bluff, una playa que soltaba unas buenas orilleras tuberías.


En medio, Dumpers, una izquierda donde Clay Marzo y un par de pros americanos más no paraban de volar y dejarnos a los demás en evidencia.
Antonio y yo nos decidimos por un pico solitario en medio de la playa de Bluff.














En la isla de al lado (Carenero) había tres izquierdas. La primera que te encuentras es Black rock (ideal para principiantes), luego está Old man (una izquierda maniobrable pero que necesita mar):


Y luego el Point, que es la jolla de la corona:

















Este es el mapa de las olas:


Y este es el mapa de lo que llevamos recorrido:


En Isla Carenero te puedes encontrar de todo. Es una isla muy bonita pero también muy salvaje. A nuestro compañero del hostel le picó un insecto vector de la leishmaniasis y se llevo un par de "botones de oriente" de recuerdo.





Una mañana se levantó todo el hostel con picaduras de "bedbugs" (chinches). Nosotros cuatro nos libramos pero Viola quiso prevenir y limpió las maletas.


También vino el fumigador, ya que al contrario que en Europa, un hotel recién fumigado es todo un lujo.


A los pocos días, cuando volvía de surfear, me encontré a un viejo amigo asturiano en la cocina de nuestro hostel.


También me encontré a dos buenos amigos gallegos que se acercaron desde Costa Rica a disfrutar de las olas panameñas.



Había varios spots muy buenos para comer entre baño y baño:



Y otros muy buenos también para grabar y descansar:



El día de mi cumpleaños me hicieron una cena sorpresa de pasta de mariscos, que aunque no venían de Galicia no estaban nada mal.


Poseidón tampoco quiso perderse la fiesta y me dio su regalo particular:


Éste es el video, a modo resumen, de nuestra estancia en el país: