martes, 26 de junio de 2012

Vuelta al agua y campeonato de Pantín

Este jueves, después de una dura semana de rehabilitación en el Centro Equilibrium, por fin llegó el ansiado momento de volver al agua.


El jueves por la tarde me di mi primer baño en un mes. Surfeé un par de olas en Valcobo con la compañía de Dieguito, Valcof, Peter, Marian y Bony. Las sensaciones eran buenas así que decidí apuntarme al campeonato del fin de semana en Pantín.
Al día siguiente arranqué con Dieguito hacia Ferrol, donde estaba Rayito esperándonos.


Las olas del viernes no estuvieron nada mal y se pudo ver bastante nivel en el agua durante toda la tarde. Nos dimos un par de baños y a dormir.
Al día siguiente las olas habían bajado de tamaño y lo seguirían haciendo hasta alcanzar el medio metro escaso en la final.


Pese a no estar entre mis objetivos, conseguí meterme en la final surfeando casi como lo hacía antes de la lesión. Estaba muy motivado por mi vuelta al agua y no quería hacer otra cosa más que surfear.
Ya en la final, me pitaron una interferencia de remada al principio de la manga lo cual me desmotivó mucho porque no me la esperaba para nada pero me enseñó a estar más atento para futuras ocasiones.
Me gustaría agradecer al Pantín Surf Camp y a la FGSURF la buena organización y dar la enhorabuena al resto de finalistas!



Este es el video del campeonato hecho por Desde la croa

martes, 12 de junio de 2012

Hombro fuera otra vez

Hace una semana se me volvió a dislocar el hombro izquierdo, el cual me habían operado hace unos años para intentar que esto no volviera a suceder. Aún así mi motivación no decae y cuento los días para volver a entrar al agua.
De momento no me duele demasiado, por lo que estoy empezando con los primeros ejercicios de rehabilitación.
Os dejo una foto de la primera vez que se me dislocó en Canarias y la historia de la segunda vez en Mentawai que salió publicada en la revista Surf Limit.



Mentawais surfing trip
Por Pablo Montero
Cuando la señorita de facturación del aeropuerto de Barcelona me dijo “lo siento señor Montero su nombre no aparece en este vuelo” no me lo podía creer. Era la primera complicación y ni siquiera me había subido al avión aún. Por suerte solo había sido una confusión en los números del localizador y una hora más tarde me encontraba tumbado ocupando tres asientos de un avión casi vacío con dirección Singapur. La vida me sonreía. Iba a estar en Bali 15 días antes de irme a Mentawai, ¿qué más podía pedir? Era el chaval más feliz del mundo.
Al llegar a Indonesia, lo que más me impactó, a parte del olor, el calor que hace y el cambio que me dieron por 200 euros (casi 3 millones de rupias indonesas), fue el caos circulatorio que hay. Concretamente una moto con cuatro ocupantes, todos ellos sin casco, que venía por una especia de autovía en dirección contraria. Y pensar que un día antes me habían multado en España por girar a la izquierda donde no se podía…
En Bali me cuadraron muy buenas olas, lo que me dio mucha confianza sobretodo en los tubos de cara y me sirvió también para poner a prueba mi hombro izquierdo, el cual me había dislocado 2 meses atrás surfeando en Canarias.
Los días pasaron pillando olas y dando rules con la moto hasta que volví a embarcar esta vez con destino Sumatra. Allí me esperaban el Negro y el resto de la crew, muy relajados por cierto. Todos nos subimos al barco y comenzamos la búsqueda de posiblemente las mejores olas de nuestras vidas.
La primera noche a bordo del King Milleniun I se hizo un poco agobiante pues el mar estaba bastante choppy y la gente venía muy cansada del viaje y aun nos quedaban casi trece horas hasta las Mentawais. Para suerte de todos, Alfredo había sido precavido y traía unas pastillas, pues ya contaba con los posibles mareos de la peña.
Por la mañana las caras cambiaron completamente, por muy mareados que estuviéramos las olas las veíamos claramente. Nos encontrábamos en Pit Stops, una derecha de un metrito muy juguetona perfecta para aéreos. Todos fuimos al agua sin pensárnoslo dos veces. Estuvimos bastante tiempo solos hasta que vino otro barco, entonces aprovechamos para salir a comer la excelente comida que nos preparaba nuestro chef Edu y seguir conociendo las olas de la zona. Surfeamos la izquierda de E Bay y nos dirigimos a Playground.
Pasamos varios días surfeando por este parque temático de olas llamado Playground hasta que el mar pegó un subidón inesperado. Entonces nos dirigimos a No Kandui, una rápida izquierda súper hueca. No dábamos crédito con lo que nuestros ojos estaban viendo. Era tubo tras tubo, los sifones también estaban a la orden del día. Me sorprendió mucho la soltura de Marcos en este tipo de olas, pillando la bomba del baño. Todos estamos flipando con las olas. Poco a poco nos íbamos creciendo más, estábamos metiéndonos cada vez más a dentro en los tubos y la motivación iba en aumento. Eran posiblemente las mejores olas que habíamos surfeado nunca. Hasta que uno de mis gritos ya no fue de alegría por salir de un buen barrel si no de dolor. Se me había salido el hombro de nuevo. No me lo podía creer. Fue pasar de uno de los mejores momentos de mi vida a uno de los más tristes. Más que por el dolor en sí, porque sabía que mi viaje a Mentas se había acabado en ese momento. No hacía más que pensar en eso mientras pedía ayuda a Guille que fue quien aviso a una moto de agua que había por allí que acudió en mi ayuda pues yo no podía remar y me estaba acercando peligrosamente al coral. La cosa fue de mal en peor. La moto volcó y yo me vi arrastrado hacia una zona que no cubría más de mis rodillas. Si hubiese entrado alguna serie gorda en ese momento no se que hubiese pasado. Decidí soltar mi tabla nueva y empezar a correr por el coral hacia la última sección, me acuerdo que pasé algunas olas por debajo agarrándome al coral con el brazo que aun podía mover. Fue un instante de mucha tensión. Por fin estaba cerca del canal y el de la moto me intentó subir pero yo no era capaz, la moto no tenía jet sky y yo necesitaba las dos manos para ayudarme. Como pude me agarré y la moto arrancó desplazándome un par de metros, lo suficiente para estar más tranquilos en el canal y conseguir subirme. Me preguntó de que barco era y me llevo hasta él. La gente estaba flipando con la movida y yo más con el dolor de haberlo movido tanto.
El primero en intentar ponerme el hombro en su sitio fue el Negro, luego lo intentó el capitán que pese a la amaneradas maneras a las que nos tenía acostumbrados demostró tener unos altos delirios de locura pues me tiró del brazo jodido cuando nadie se los esperaba, agitándolo cual niño que salta a la comba. Casi me desmayo del dolor.
Como nadie conseguía acabar con mi desdicha, emprendimos camino hacia el hospital de Telescopes, si es que se le puede llamar así. Me pasó de todo por la cabeza durante las casi 4 horas de viaje hasta esta isla. Si ya me parecía poco probable que hubiera alguien en Sumatra que hubiese estudiado una carrera menos me agradaba la idea de ponerme en las manos de un “médico” en esa remota isla de Mentawai.
Después de un largo viaje en barco y casi una hora a bordo del dingui, por fin estaba en tierra firme pensando que el sufrimiento se había acabado, pero muy equivocado estaba, la mierda no había hecho más que empezar.
Es curioso como en Indonesia piensan que todo se cura con un masaje. Ya tengas fiebre, te hallas roto un brazo o te halla picado una serpiente, siempre van a intentar aplicarte la del masaje. Guille, el Negro y yo no dábamos crédito.
Después de hacerles ver que lo único que queríamos era que me viese un médico nos dijeron que el único hospital estaba un poco lejos del puerto, que teníamos que alquilar una moto. A todo esto hacía un calor increíble, había más insectos que nunca y se había formado un gran círculo a mi alrededor cual atracción de feria. Nadie del pueblo quería perderse el espectáculo. La gente se acercaba, me tocaba el hombro con un dedo y me decían “tidak bagus” (no bueno) y se alejaba con cara de asombro. Por fin nos decidimos por coger el “autobús” (si es que se le puede llamar así a una camioneta con dos filas de asientos atrás de las cuales una se rompió al sentarnos costándome casi el otro hombro). El asfalto parece ser que aun había llegado hace poco a la isla, por lo que el largo trayecto discurrió por estrechas carreteras semi asfaltadas donde las motos te adelantaban jugándose la vida y donde de vez en cuando había algún que otro bache capaz de pincharnos las cuatro ruedas de aquel peculiar vehículo. Durante todo el viaje, la gente que nos cruzábamos no paraba de saludar al conductor y su joven copiloto con ciertas tendencias amaneradas hacia mi buen amigo Guillermo. Éramos la anécdota. Ya tenían algo que contar durante la semana.
Por fin conseguimos llegar verdaderamente al hospital, todo el sufrimiento iba a llegar a su fin, o eso pensaba yo hasta que el único médico allí presente me tocó la muñeca (pese a que se veía claramente que el hombro era lo único que no estaba en su sitio), puso cara de circunstancia y me dijo que me tenían que evacuar a Padang para poder extirparme el hueso correctamente allí. Una locura vamos. Pero qué te puedes esperar de un hospital donde las enfermeras te preguntan de qué religión eres antes de operarte.
Como no aguantaba más de dolor ni quería vivir más aventuras por la selva con mi brazo colgando, decidí que fueran mis amigos los que me pusieran el hombro en su sitio. Pedí anestesia a las enfermeras y me tumbé en la camilla. El espectáculo iba a comenzar de nuevo. Mientras el Negro me sujetaba por el sobaco, Guille agitaba mi brazo como si le fuera la vida en ello. Los músculos bailaban al tiempo que iban empujando el hueso. Después de un buen rato de acción mi cuerpo al fin cedió y el hombro volvió a su sitio. Fue el mayor alivio que sentí en años. Todo había acabado verdaderamente.
Una vez en el barco las cosas volvieron a la normalidad. Todos estábamos más tranquilos y la gente solo pensaba de nuevo en surfear, todos menos yo pues ya sabía que me quedaban bastantes días de reposo ya que cada vez que se te sale el hombro es más fácil que vuelva a suceder. Es más, dudaba mucho que volviera a surfear en todo el viaje.
Ese día pasamos la noche en Telescopes y partimos hacia Lance´s left al amanecer. Había muy buenas olas pero yo solo podía verlas desde el barco. Mi ordenador lleno de pelis americanas absurdas, algún libro que otro más absurdo aún y frías bintangs fueron mis compañeras de fatiga. Los días iban pasando tranquilitos salvo aquella vez que vimos un tiburón o algo parecido cerca de Alfredo. Ese si que corrió por el coral cuales 100 metros lisos de las mismísimas olimpiadas.
Pero el destino quiso jugarme otra mala pasada mostrándome un Macaronis perfecto y sin nadie. No pude aguantar la tentación y me metí al agua. No habían pasado ni tres días. Pillé un par de olas buenas pero como no, el hombro volvió a ceder en cuanto remé una ola con demasiadas ganas. Otra vez comenzaba la agonía. Entre todos me subieron al dingui de nuevo y mientras nos dirigíamos a un hotel cercano donde según nos habían dicho estaban unos médicos ingleses, Guille con todo el cariño del mundo me decía que no tenía que haberme tirado al agua pues mis ligamentos aun estaban débiles. “Pero ya sabes amigo mío- le contesté- que el dolor es temporal pero el orgullo es para siempre”, mítica frase de un pro de motocross que me habían dicho un par de semanas antes en Bali.
Con el hombro más que jodido pero en su sitio los días fueron pasando hasta que tocó volver a casa. En general, este viaje fue una experiencia muy positiva para mí. No solo por el surfing si no también a nivel personal. Al no estar pillando olas todo el día pude bajar más a tierra y ver que la realidad es bien distinta según en que parte del mundo te encuentres. Pese a no tener nada en cuanto a lo económico se refiere, la gente de Indonesia nunca deja de sonreír. Te saludan con cariño cada vez que te cruzas con ellos por cualquiera de sus calles sin asfaltar. Desprenden una muy buena onda que no había visto nunca hasta el momento. Espero volver pronto pero esta vez con los hombros ya al cien por cien. Terikasih untuk semua di Mentawai! (gracias por todo Mentawai!).

viernes, 8 de junio de 2012

Magma de Cabreiroá, entre las mejores aguas del mundo!



Magma de Cabreiroá triunfa en los premios Monde Selection 2012, adjudicándose el máximo galardón que concede el Instituto Internacional de Selecciones de Calidad. El agua premium de Cabreiroá ha obtenido el premio Grand Gold, que certifica el grado más alto de Calidad de manos de destacados expertos que forman parte del jurado en cada edición.Magma ha sido destacada con una valoración entre el 90% y el 100%. 
Magma de Cabreiroá se consolida como un agua de referencia a nivel internacional gracias al respaldo unánime de 70 personalidades del sector que han concedido al agua de aguja el máximo galardón de los premios Monde Selection. Un premio que destaca a Magma con la más alta calidad en un certamen en el que participan importantes chefs del ámbito internacional, miembros de la Academia de la Cocina Francesa, someliers y famosos enólogos de todaEuropa. En esta ocasión, Magma ha obtenido una valoración entre el 90% y el 100%, que supone la puntuación más alta.
Monde Selection lleva más de 50 años valorando la calidad de cerca de 3.000 productos de 80 nacionalidades con el objetivo de subrayar los esfuerzos de las diferentes marcas por potenciar sus atributos de calidad. Cada año entrega los galardones en una importante ciudad europea y este año la elegida ha sido Atenas, que acogió la gala de entrega de premios el lunes,4 de junio.
www.mundohr.com
Enhorabuena!!