Después de las doce horas que nos llevó atravesar Honduras en autobús por fin llegamos a El Salvador. Un lugar al que le tenía muchas ganas desde hace ya varios años. Decir que nada más pasar la frontera de Nicaragua se empezó a respirar bastante más tensión que en los países anteriores. De hecho, el uso de pistolas y escopetas se hacía mucho más visible, la seguridad privada estaba a la orden del día y nos hicieron bajar del autobús y enseñar nuestro equipaje en cada frontera, cosa que hasta el momento no habíamos hecho. Se notaba que nos adentrábamos en los países supuestamente más inseguros y peligrosos de Latinoamérica (Honduras, El Salvador, Guatemala y México). La verdad es que fue un trayecto corto pero intenso el nuestro por tierras hondureñas.
Una vez en El Salvador, en la parada de bus de San Benito, la tranquilidad de mi buen amigo Chente que nos estaba esperando nos relajó bastante. Él era el responsable en gran medida de mis enormes ganas por visitar este país. Chente y yo nos conocimos en San Sebastián hace ya varios años, cuando él estudiaba allí y vivía con mis amigos Mariano y Rafa, a los cuales yo solía visitar. Cuando se enteró de que yo iba a pasar por su tierra no dudó en llamarme y cuadrar todo para poder enseñarme el país.
Nada más recogernos fuimos a la Costa del Sol, a casa de Diego, otro amigo que había estado estudiando en España. Cuando llegamos no se veía nada porque era de noche pero al despertarnos por la mañana alucinamos de lo bonito que era ese sitio.
Pasamos toda la mañana en esa playa. Rompían un par de picos surfeables y no había nadie en el agua. Surfeé un par de horas solo! Al salir nos comimos varios de los mejores ceviches salvadoreños y pusimos rumbo al lago de Coatepeque, uno de los lugares más hermosos en los que he estado jamás.
Se trata de un lago de origen volcánico que está ubicado en el cráter. Desde él se puede ver el volcán de Santa Ana. En medio tiene una isla a la que sólo se puede llegar en barco. En ella, un amigo de Chente llamado Johnny tiene una casa preciosa, a la que nos invitó a comer. Allí degustamos la mejor carne que probamos en todo el viaje!!
Para hacer la digestión nos dimos un par de paseitos en barco y un par de chapuzones en el lago.
Cuando iba a anochecer nos volvimos a tierra firme a casa de Diego, donde teníamos el coche aparcado.
Como era el cumpleaños de Chente, nos fuimos a su ciudad natal (Santa Ana) a cenar con sus padres.
La verdad es que visitar un país es muy diferente si conoces o no conoces a alguien allí. Se puede decir que nuestros primeros días en El Savador fue el día mejor aprovechado de todo el viaje. Gracias a Chente, sus amigos (ahora nuestros amigos también) y su familia; conocimos en un fin de semana varios de los sitios más bonitos de todo el país. Ahora ya podíamos irnos tranquilos a la costa a disfrutar de las olas.
Nuestro primer destino de surfing iba a ser El Tunco, en la zona norte del país. Allí nos quedamos en el Papaya Lodge, un buen sitio a pie de point donde la encargada llamada "Reina" nos trató muy bien. En el Tunco puedes surfear la playa de La Bocana o el point (El Sunzal). Yo casi siempre optaba por el point:
También me gustaba mucho viciar la "Neverita", donde los Banana Splits estaban a la orden del día y su módico precio de 2 dollares los hacía irresistibles.
Para cenar solíamos ir a una especie de "Wok" que había por allí:
O a una bonita hamburguesería:
Por las mañanas, al amanecer, solíamos coger un bus al km 59 (la mejor ola de la zona) o al km 61. A veces, incluso, íbamos hasta Mizata, una hora y media más al norte. Muchas veces coincidíamos con los niños que iban al colegio, con los padres que iban a trabajar o con los "mareros" que se negaban a pagar el bus. Para volver solíamos hacer dedo y la gente nos montaba en la parte de atrás de sus pick-ups.
Una vez en El Salvador, en la parada de bus de San Benito, la tranquilidad de mi buen amigo Chente que nos estaba esperando nos relajó bastante. Él era el responsable en gran medida de mis enormes ganas por visitar este país. Chente y yo nos conocimos en San Sebastián hace ya varios años, cuando él estudiaba allí y vivía con mis amigos Mariano y Rafa, a los cuales yo solía visitar. Cuando se enteró de que yo iba a pasar por su tierra no dudó en llamarme y cuadrar todo para poder enseñarme el país.
Nada más recogernos fuimos a la Costa del Sol, a casa de Diego, otro amigo que había estado estudiando en España. Cuando llegamos no se veía nada porque era de noche pero al despertarnos por la mañana alucinamos de lo bonito que era ese sitio.
Pasamos toda la mañana en esa playa. Rompían un par de picos surfeables y no había nadie en el agua. Surfeé un par de horas solo! Al salir nos comimos varios de los mejores ceviches salvadoreños y pusimos rumbo al lago de Coatepeque, uno de los lugares más hermosos en los que he estado jamás.
Se trata de un lago de origen volcánico que está ubicado en el cráter. Desde él se puede ver el volcán de Santa Ana. En medio tiene una isla a la que sólo se puede llegar en barco. En ella, un amigo de Chente llamado Johnny tiene una casa preciosa, a la que nos invitó a comer. Allí degustamos la mejor carne que probamos en todo el viaje!!
Para hacer la digestión nos dimos un par de paseitos en barco y un par de chapuzones en el lago.
Cuando iba a anochecer nos volvimos a tierra firme a casa de Diego, donde teníamos el coche aparcado.
Como era el cumpleaños de Chente, nos fuimos a su ciudad natal (Santa Ana) a cenar con sus padres.
La verdad es que visitar un país es muy diferente si conoces o no conoces a alguien allí. Se puede decir que nuestros primeros días en El Savador fue el día mejor aprovechado de todo el viaje. Gracias a Chente, sus amigos (ahora nuestros amigos también) y su familia; conocimos en un fin de semana varios de los sitios más bonitos de todo el país. Ahora ya podíamos irnos tranquilos a la costa a disfrutar de las olas.
Nuestro primer destino de surfing iba a ser El Tunco, en la zona norte del país. Allí nos quedamos en el Papaya Lodge, un buen sitio a pie de point donde la encargada llamada "Reina" nos trató muy bien. En el Tunco puedes surfear la playa de La Bocana o el point (El Sunzal). Yo casi siempre optaba por el point:
También me gustaba mucho viciar la "Neverita", donde los Banana Splits estaban a la orden del día y su módico precio de 2 dollares los hacía irresistibles.
Para cenar solíamos ir a una especie de "Wok" que había por allí:
O a una bonita hamburguesería:
Por las mañanas, al amanecer, solíamos coger un bus al km 59 (la mejor ola de la zona) o al km 61. A veces, incluso, íbamos hasta Mizata, una hora y media más al norte. Muchas veces coincidíamos con los niños que iban al colegio, con los padres que iban a trabajar o con los "mareros" que se negaban a pagar el bus. Para volver solíamos hacer dedo y la gente nos montaba en la parte de atrás de sus pick-ups.
Un día nos
recogió en la carretera un gringo llamado Martin. Él tenía un rancho de lujo
para alquilar en el Km 59. En lo que duró el trayecto le contamos parte de
nuestra aventura, de dónde veníamos y a dónde íbamos. Al parecer le caímos
bastante bien. Tan bien que nos ofreció quedarnos en su rancho a un muy buen
precio. Así que para allí nos mudamos.
Los días pasaban tranquilos surfeando el km 59 varias veces al día:
Y dándonos relajados baños en la piscina:
La mejor parte del día seguía siendo el amanecer, cuando surfeábamos casi no sin gente y el viento aún no había salido:
La verdad es que el sitio era precioso:
Por las tardes solíamos enseñar los poco que sabíamos de inglés a algunos niños de la zona:
O cogíamos un bus (también llamada chicken-bus por lo lleno que iba y porque a veces metían animales dentro como pasajeros) para ir al supermercado.
Lo bueno de la
costa norte de El Salvador es que pasan muchos autobuses (uno cada media hora
más o menos), por lo que te puedes mover con facilidad para ir al supermercado o para surfear en cualquier point de los 15 que hay en 30 km de costa.
Punta
Rocas, en La Libertad, está a menos de una hora en bus del Km 59 y es la ola más
internacional del país. Necesita algo de mar para que rompa pero cuando lo hace es buenísima. Lo malo es que no se puede estar en la orilla grabando ni dejar nada fuera porque te lo roban.
Por suerte, justo al lado había una derecha que también rompía y se podía estar tranquilo sentado viendo el point:
Siempre que íbamos
allí a surfear aprovechábamos para ir al supermercado o para comprar Boca
Colorada en el puerto y llevarlo a casa para hacer a la parrilla. Ruth, una joven que trabajaba en el Rancho donde nos estábamos quedando sabía hacerlo a la perfección.
Así cogíamos fuerzas para surfear al día siguiente en frente de casa:
Después de diez maravillosos días viviendo en el km 59 nos volvimos a San Salvador en bus:
Chente nos vino a recoger al salir del trabajo y nos fuimos a tomar algo por el centro:
Como última cena, y tal y como habíamos prometido el primer día en el lago, les cocinamos (bueno, Iria cocinó) una croquetas y compramos un poco de vino.
No estuvo nada mal como despedida del país que más de sorprendió de momento y al que espero volver lo más pronto posible!
Aquí os dejo un video-resumen de lo que fue nuestro paso tierras salvadoreñas: