jueves, 7 de enero de 2016

Fin de año en Cuzco, la capital del Imperio Inca

No han sido unas fechas cualquiera. Por primera vez en 38 años, el 25 de diciembre (día en que renace el Sol en el hemisferio norte) coincidió con luna llena. Esto no volverá a pasar hasta el año 2034.

Por lo tanto, era el fin de año perfecto para pasarlo aquí en Cuzco, capital del Imperio Inca, donde el Sol y la Luna son considerados como dioses.






Yo me esperaba algún que otro sacrificio, como en los viejos tiempos, pero nada.
Fue entonces cuando decidimos hacer uno nosotros. Buscamos un pavo que sacrificar (y de paso sea dicho, llenar nuestros estómagos) pero los únicos que encontramos ya estaban muertos y congelados. Tuvimos que desistir. Compramos uno de diez quilos y, apoyándonos en los tutoriales de youtube, intentamos cocinarlo.
Primero tocó descongelarlo. Como íbamos contra reloj y un pavo de estas dimensiones necesita por lo menos dos días para descongelarse, lo metimos en una ducha de agua caliente y en menos de dos horas ya estaba más o menos listo para manipularlo.


Mientras se descongelaba, algunos íbamos preparando los condimentos:


Yo nunca había visto ni comido un pavo pero si que sabía inyectar gracias al curso de inyectables de la Universidad:


Mezclamos un poco de vino blanco y sal en un vaso y para adentro. El tío Manolo no estaba muy seguro del resultado final pero más tarde dijo que era uno de los mejores pavos que había probado en su vida y que estaba orgulloso de su sobrino:


Una vez "tuneado" tocaba meterlo en el horno durante tres horas a fuego lento para que se hiciera por dentro y por fuera:


El resultado fue acojonante. Lo acompañamos con una bandeja de puré de patata y con otra de ensalada de palta y tomate. Creo que voy a cambiar el motivo del blog por uno gastronómico jaja.


Este fue parte del equipo de cocina:


Y estos fuimos todos los que cenamos pavo, 18 en total. No está nada mal para ser la primera vez que lo hago.


Una vez cenado, la fiesta comenzaba ya:


Cuando se acercaban las 12, todos bajamos a la Plaza Mayor. Llevamos uvas y champagne. Tocaron las campanadas, brindamos y dimos las siete vueltas a la plaza en sentido contrario a las agujas del reloj como manda la tradición. Mientras, la mayor fiesta de pirotecnia que vieron mis ojos tenía lugar.
Así da gusto empezar el año.


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